El expresidente boliviano y líder del Movimiento Al Socialismo (MAS), Evo Morales, ha lanzado serias acusaciones contra el actual presidente Luis Arce y el vicepresidente David Choquehuanca. Morales alega que ambos mandatarios están intentando proscribir al MAS-IPSP y deshabilitar su candidatura presidencial, en un esquema similar al que, según él, está implementando la derecha política en Bolivia.
Según Morales, esta estrategia, que él denomina como un “plan negro” y una “guerra híbrida”, estaría siendo impulsada por la embajada de Estados Unidos desde 1995. Alega que hubo presiones sobre los vocales de la ex Corte Nacional Electoral para impedir cualquier sigla vinculada a su nombre.
Morales sugiere que Arce y Choquehuanca están adelantando sus planes electorales con miras a 2025, con la posibilidad de que ambos líderes unan dos o tres partidos con representación nacional para las elecciones. Menciona que, aunque no es posible rehabilitar la sigla del PS-1, no descarta que el Tribunal Supremo Electoral pueda habilitarla en un acto político.
Además, Morales afirmó tener información sobre presuntas presiones y chantajes ejercidos sobre miembros del Tribunal Supremo Electoral por parte de altos funcionarios del gobierno, incluyendo al ministro de Justicia y de la Presidencia. Según su relato, estas acciones estarían orientadas a determinar la lealtad de los funcionarios a Arce o a él mismo.
El líder del MAS también relacionó estos supuestos esfuerzos con un plan más amplio que incluiría acusaciones por narcotráfico y ganancias ilícitas, así como acciones de persecución y amedrentamiento a sus seguidores.
Estas declaraciones de Morales reflejan una tensión creciente dentro del MAS y una división política con el actual gobierno de Luis Arce. Esta situación plantea importantes preguntas sobre la estabilidad interna del partido y su futuro político en Bolivia.